martes, 10 de abril de 2007

CARTA DE UN NIÑO

Querido Amigo:

Cuando era pequeño, un tanto mas que ahora, recuerdo que cada noche de 2 de febrero rezaba para que no me venza el terror que me provocaba aquel adagio popular de la época, aquel cotidiano “chake golpe” que retumbaba en el ambiente desde la noche de la candelaria.
Pero también recuerdo que mi despertar político se manifestó de golpe un día cuando una cantidad impresionante de gente salió a la calle y andaba sonriente detrás de un muchacho que recibía una imagen de la Virgencita de Caacupé en un acto o algo así que no entendía muy bien que era pero que sabía, por la cara de la gente, que se trataba de algo muy bueno.
Aquel 1 de noviembre de 1991 me contó mi mamá, que también estaba muy contenta, que ese muchacho junto con otros de sus compañeros también muy valientes, se había enfrentado muchísimas veces a unos tipos malos cuando estaba en la facultad de medicina, que también era un hospital a donde iba gente muy muy pobre, que era mucha según mi mamá y no tanta según algunas de las vecinas del barrio.
Me contó que los tipos malos eran mandados por ese señor al cual había visto en la tele y que se había ido en ese avión justo a la mañana siguiente de aquella noche de las bombas a la cual yo, como mis amigos, le teníamos un terror increíble.
Me contó también mi mamá, que aquella vez, la gente estaba feliz por que tenía esperanza, y yo como buen romántico que ya era, no se por qué pero me enamoré perdidamente de esa palabra, a primera vista.
El tiempo fue pasando y me volví a encontrar con este muchacho y me invitó a que lo acompañe a diseñar un país diferente, yo lo seguí, por que además de que también yo quería un país diferente, lo recordaba en aquella imagen que desde mi infancia me acompañaba como aquel hermoso recuerdo de cuando ví, como nunca, a tanta gente feliz.
No me hice amigo cercano de él, pero lo seguí en su caminar político y cuando tuve la oportunidad de jugarme políticamente, lo hice por el proyecto que él lideraba y me afilie por primera vez a un partido político, el Partido País Solidario, que además de representar aquella admiración que le tenía desde mi infancia a este muchacho, esta era un partido socialista, y lo poco que mi educación no formal me había enseñado, hacía que mi decisión por la izquierda política sea casi una obligación, al igual que la de muchísimos de los que cuando eran chicos también habían visto aquellas caras felices.
Un día, se me atragantó el recuerdo en la garganta. Aquel muchacho al parecer olvidó aquellas caras felices y decidió que era tiempo de perdonar. Perdonar la culpa por la muerte de los niños que en sus manos lloraron en aquel hospital pobre. Niños que murieron por que el señor ese que se fue en aquel avión les quitó las gasas, las jeringas, los sueros y las esperanzas para llevárselas consigo y no devolverlas hasta morirse él mismo con ellas, en este caso, sin llantos ni penurias.
Decidió perdonar las golpizas que recibieron él y sus valientes amigos por que no sigan llevándose la vida de sus hermanos. Perdonó las ofensas, las torturas y la desesperanza y gritó a los cuatro vientos, con silencios estremecedores, que perdonaba todo y a todos.
No se llevaron la antorcha Carlos, te la sacaron y eso es lo mas triste. Éramos tantos y son tan pocos los que ahora te siguen y es mas triste cuando pienso el por qué te siguen. Son pocos por que antes no solo te seguíamos a vos sino que seguíamos a la esperanza que construiste con tus palabras, con tu lucha, con tu valentía.
Que la política es difícil es cierto, pero lo ha sido siempre y sin embargo son demasiados los que siguieron luchando desde ella y con ella a pesar de todo, a pesar de los Calés, de los Nicanores, de los de siempre. Siguieron y no dejaron de creer en mi novia eterna la esperanza. Siguieron firmes y bravos, quizás siempre pequeñitos y remolones, como los perritos mas fieles, mas leales, esos a los que más queremos y recordamos.
No se llevaron la antorcha Carlos, te la sacaron por que la dejaste de usar, y no vale la pena que se desperdicie así tanto calor y tanta luz, por que el camino es frío, largo y oscuro, pero sin antorcha simplemente no hay camino.
La antorcha no representa tu voluntad, por que por más que sea la misma que la nuestra, no es nuestra voluntad que sea sólo tu voluntad.
En realidad y pensándolo bien, no te sacamos la antorcha, por que la antorcha siempre fue nuestra, solo te la confiamos por que eras quien mejor la podía llevar.
Lo mas triste no es que ya no la tengas, lo mas triste es que te quedaste sin el derecho de tenerla y espero de todo corazón compañero, por aquellas caras felices y por mi novia la esperanza, que no sea por mucho tiempo.

Tu amigo Hugo Ferreira

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