sábado, 21 de julio de 2007

Residentas y Residentos

Son ciento treinta y siete años desde que el final de la guerra de la triple alianza nos dejó en la más absoluta dependencia económica y política. Somos un pueblo que deriva de un fracaso. El mito fundacional de la sociedad paraguaya es el muero con mi patria…o por mi patria, para el caso da igual.
Vivimos con el sino del “haber sido”, de la memoria de la infamia, del recuerdo reincidente del fracaso, de la autoflagelación constante de la tragedia de una guerra fraticida, injusta, voraz, feroz, pero acabada, y hace ciento treinta y siete años.
Todavía pensamos en reclamar tierras, en que Brasil nos invade, en que Bolivia se arma para invadir, en que Argentina nos acogota económicamente.
Cuando será el día que empecemos a mirar mas allá de nuestro ombligo para saber que ya “o vale ma”, que ya hace rato que nuestro destino depende de nosotros. Es cierto que vivimos en un mundo dominado por intereses económicos que nos marcan el ritmo desde afuera, que nos limitan, que no es posible quizás un cambio drástico, pero si es posible empezar y cada vez es mas tarde para subirnos al tren de un país mejor.
Matemos los fantasmas de nuestra sociedad. Cambiemos la mentalidad, no son los otros, somos nosotros el principal problema. Es cierto que el pasado nos jugó una mala pasada pero también lo hizo con muchos otros pueblos que sobrevivieron y quizás con menos ventajas que las que ahora tenemos como país para empezar un nuevo recorrido histórico.
Cuando será el día que para reclamar la soberanía energética primero leamos y entendamos los tratados de Itaipú y Yacyretá para saber y tratar de entender al menos de que manera vendieron la soberanía los apartidas ideólogos de la segunda reconstrucción stronista y protestar con argumentos sólidos para conseguir soluciones reales y no infantiles reclamos fácilmente desbaratados por la contraparte.
Cuando será el día en que tengamos la entereza moral de reclamar un libre trato aduanero en las fronteras con Brasil y Argentina, que a pesar de cualquier argumento de soberbia que podría ser cierto, solo defienden sus propios y legítimos intereses frente a nosotros, los paraguayos, que a fuerza de años de mala praxis e innumerables ejemplos que no vienen al caso, tenemos bien ganada la nefasta mala fama de contrabandistas, narcotraficantes, falsificadores, coimeros y por sobre todo ñembotavys galácticos.
Cuando será el día que para reclamar respuestas al gobierno empecemos a solucionar nosotros mismos los problemas que nos creamos por no cumplir lo que nos compete como ciudadanos y habitantes de esta tierra. Antes de desdoblarnos gritando “gobierno corrupto” deberíamos empezar a pedir facturas, empezar a no comprar productos falsos y denunciar la falsificación, empezar a conducir con prudencia, empezar a contribuir con la limpieza urbana, empezar a no robar energía, agua, señal de cable y todo aquello que este a nuestro alcance y a la de nuestra viveza criolla.
Buscamos el Único Líder, el mensajero del cielo, el salvador de la patria y razones históricas justifican este desbarajuste terrible que es el que nos mete de Tendotá en Tendotá en un circulo vicioso terriblemente perjudicial y aparentemente interminable.
Prácticamente toda la historia del Paraguay se desarrolla en la figura de tres hombres: Francia, López y Stroessner, todos lideres hegemónicos y absolutos y el ultimo además asesino, apartida y mercenario. Lo que quiero decir es que la memoria colectiva, la cosmovisión, el paradigma del líder político paraguayo es ese, El Único Líder.
La democracia nos llego un día como regalo atrasado de reyes, y sin esperarla ni pedirla, la tuvimos que asumir y acomodarnos como pudiésemos a ella. Toda la sociedad paraguaya no tenía idea de lo que significaba poder elegir a sus autoridades, solo sabíamos convivir con el poder de facto desde casi toda nuestra historia y por ende, así nos fue, un gobierno colorado tras otro.
Solo a modo de ilustrativo ejemplo. En la Argentina, Videla no puede salir de su casa por que lo escarchan, Pinochet muere sin pena ni gloria y con mil demandas encima y nosotros… con el nieto de uno de los mayores dictadores de la historia del continente cambiándose el apellido y compitiendo en elecciones haciendo gala de las bondades supuestas de un gobierno que lo único que hizo fue vender mas de la mitad del país a intereses foráneos.
Pero seguimos, debemos hacerlos y así pasa el tiempo y ahora nos piden concertar… Que significa esa palabra tan en boga últimamente pero que en realidad no sabemos que quiere decirnos. Concertar es principalmente ceder y ceder es el acto que configura en su mayor parte la palabra democracia.
Como pedirle a un pueblo que no sabe que es la democracia que se siente a concertar, que se siente a ver que parte de sus pequeñas vanaglorias la cede en favor de una verdadera victoria… es complicado, pero todo lo que realmente vale la pena es complicado y difícil de alcanzar.
Si seguimos siendo un país después de una historia decididamente en contra, triste, sangrienta y exterminadora, que nos cuesta sentarnos a ceder posturas a favor de conseguir una esperanza… nadie sabe que pueda significar el gobierno de la concertación, pero por favor… al menos es una esperanza.
No puede ser que una sociedad no castigue 60 años de triste devenir, 60 años de sangre, de dolor, de destierro, de robo, de corrupción, de canalladas, de mentiras.
Somos un pueblo maduro y la historia nos convoca a cambiar, pero no solo de gobierno sino de sociedad, a empezar por lo menos.
Así, mas tarde que temprano podremos sin rubor gritar al mundo que Paraguay es el de la Patria Soñada, el de Tetagua Sapukái, el de Ñemyty, el de Renacerá el Paraguay, el de Danza Paraguaya, el de los cantores populares, el del trabajador cotidiano y sacrificado que consigue salir adelante, el de la gran mayoría en verdad, el del Paraguay que no está en el discurso agresivo y grosero de Galaverna, en las mentiras y el denigrante e internacionalmente vergonzoso discurso de Nicanor, en las desapariciones, en el desfachatado argumento de Magdaleno Silva o Julio Colman para defender la mafia que los mantiene comiendo de su mano y a la cual se deben como tristes esclavos deplorables, en fin en el del Paraguay que debe quedar atrás.
Por que claro que hay otro Paraguay, y todos lo sabemos y lo deseamos, pero depende de nosotros mismos en nuestro día a día, y contra ese empeño y fuerza no hay imperio, ni guerra, ni miserables pusilánimes clientelistas y esclavos de la corrupción que puedan combatir, ya lo demostramos hace ciento treinta y siete años y hoy es el momento de ponernos de nuevo en el papel de residentas y residentos y cambiar el curso de la historia de una vez y por todas.

1 comentario:

mar dijo...

la triste realidad nuestra... será un tanto difícil salir de esta situación